Por: P. Juan Antonio Torres, L.C.

Son diez las cualidades que suelen caracterizar a las personas que desarrollan al máximo sus capacidades y hacen algo bueno por los demás.

La primera de ellas es la humildad que vimos en la edición anterior. La segunda es la fuerza de voluntad.

Fuerza de voluntad

Es la capacidad de hacer realidad los propósitos, la fuerza para superar los obstáculos. Sin fuerza de voluntad, poco podrá conseguir una persona; difícilmente llegará a su madurez y a alcanzar logros que le lleven a su autorrealización y a hacer algo por los demás.

Las adversidades, que necesariamente se presentarán, harán añicos cualquier ilusión y compromiso de una persona carente de fuerza de voluntad.

Es el presupuesto indispensable para que llegue a ser responsable y fiel a los compromisos contraídos.

La voluntad se forma desde la más tierna edad. Andrea Bocelli, el reconocido cantante italiano, cuenta en su autobiografía que, a los seis años comenzó a estudiar piano, luego
flauta y saxofón; pero debido a un glaucoma congénito y un accidente de fútbol que le produjo una hemorragia cerebral, perdió la vista a la edad de 12 años. Quedó ciego para siempre.

Pero decidido a no dejar que esto destruyera su carrera y su pasión por la música, siguió adelante con gran fuerza de voluntad, de la cual a esa edad ya era dueño. Era uno de esos niños a los que siempre le pedían que cantara en las fiestas familiares. Se licenció en Derecho, en la Universidad de Pisa. Recibe clases de canto del maestro y gran tenor italiano Franco Corelli, para pagar las clases cantaba en bares y clubes nocturnos.

Es hoy uno de los más reconocidos tenores del mundo. La fuerza de la voluntad es alimentada por la pasión, las ilusiones y los gran- des proyectos de vida. No se puede pretender formar la voluntad de un niño, si no se le inculcan valores y propósitos nobles. Ambas tienen que ir juntas: ilusiones y exigencias.

Sugerencias de acción

Ponerles metas difíciles adecuadas a su edad y capacidad personal; las dificultades ayudan a desarrollar los propios talentos: ofrecerles un premio si logran subir las calificaciones; subir una montaña; y particularmente, darles la oportunidad de participar en deportes exigentes y competitivos.

No quitarles las dificultades, sino enseñarles a superarlas, como las tareas de la escuela, levantarse rápido de la cama y tenderla antes de desayunar, etc.

Siempre ha dado buenos resultados que los niños se acostumbren a conseguir con el propio esfuerzo su propio dinero. En la cultura norteamericana, que ha generado grandes emprendedores a lo largo de su historia, los niños aprenden desde pequeños a administrar su dinero.

Un vicio habitual en la educación familiar es dar a los hijos todo fácil y gratis: conseguirles acceso a la universidad sin examen, comprarles cosas que les gustan pero sin esfuerzo de su parte. Si ese comportamiento de los papás es algo sistemático, consigue que el niño llegue a la edad adulta y siga viviendo en casa, bajo la tutela de sus papás, sin el coraje para abrirse camino por la vida.

También resulta muy pedagógico acostumbrar a los hijos a que lleven su alcancía, que tengan sus propios ahorros y que no los gasten a la primera oportunidad. Es un método muy eficaz para fomentar en el niño varios valores: dominio de sí, responsabilidad, esfuerzo, pensar a largo plazo.