Por: P. Juan Antonio Torres, L.C.

(Primera Parte)

Hoy, más que nunca, es preciso elevar un merecido elogio a aquellos padres de familia que desempeñan con dedicación y esmero su misión.

En efecto, la figura paterna siempre ha estado ligada, dentro de la cultura occidental, a los grandes valores de heroísmo, valentía, seguridad, autoridad, laboriosidad, etc.

Sin embargo, a partir del siglo pasado, principalmente a partir de la revolución del ’68, hemos presenciado una especie de devaluación de la figura paterna en nuestra cultura, la cual ha traído graves consecuencias en el sano desarrollo de los jóvenes, que se manifiestan, sobre todo, en mayores índices de violencia juvenil, de falta de identidad psicosexual, carecía de seguridad personal, etc.

Por ello, hoy, son cada vez más los expertos que llaman a recuperar la presencia de la figura paterna en el seno del hogar y en la vida cotidiana de los hijos.

1.El papá es transmisor de identidad y valores. El padre de familia representa el patrimonio de valores familiares (tradiciones,
principios, leyes) y sentido de pertenencia. Los pueblos que han tenido mayor perdurabilidad y “productividad” han sido aquellos en
los que el padre se ha convertido en garante de una identidad y de unos valores que estimulan el desarrollo: El “pater familias” romano y el “padre judío” han sido los responsables de transmitir las tradiciones.

En la psicología de los hijos, este vínculo con el pasado ofrece modelos a imitar y un marco de referencia para afrontar el mundo. Es por ello que la presencia del padre, ayuda a desarrollar en el niño el sentido de la seguridad, pertenencia, autoestima y confianza en sí mismo. Como sugerencia práctica, se propone que el papá cuente historias, dé moralejas de un hecho, narre la historia familiar, fomente las reuniones familiares, que inculque el respeto y la valoración de los mayores.

2.El papá es forjador del comportamiento. Diversas investigaciones señalan que hay un 80% de influencia del comportamiento del padre en la conducta de los hijos. Si bien es verdad que la mamá pasa el 80% del tiempo con los hijos y los papás sólo el 20%, curiosamente la influencia de la figura paterna tiene mayor incidencia.

Esta es la conclusión a la que han llegado estudios realizados sobre el alcoholismo y las prácticas religiosas. Pero cada vez son más los estudios que extienden esta influencia a otros ámbitos. Los padres nunca podemos perder de vista que nuestros hijos son un espejo de nuestras actitudes y conductas. Los comportamientos, comentarios, decisiones y hábitos de vida del papá tendrán un 80% de probabilidad de transmitirse a los hijos.

3.El papá ofrece identidad psicosexual a los hijos: El vínculo madre-hijo es esencial en cada persona. La figura paterna constituye la figura de apego secundario; sin embargo, corresponde al padre reconducir el vínculo materno-filial a sus justos términos para bien de ambos.

La entrada del padre en esa unidad abre al hijo a la necesaria relación con el mundo que le va a permitir desarrollarse como hombre (o mujer) fuera del influjo del regazo materno, protector y acogedor pero limitativo.

El instinto materno de donación puede transformarse en instinto de posesión y de exclusión, y es misión del padre salvar a la madre y al hijo de ese peligro.

El padre constituye, evidentemente, el modelo de referencia para el hijo varón que encuentra en él, el paradigma de la masculinidad. En ese modelo puede aprender a ser fuerte, pero no violento; impulsivo o audaz, pero no agresivo; decidido, pero no brusco.

Pero la influencia del padre no se limita al hijo varón, alcanza también a las hijas. La feminidad se realza y se define frente a la masculinidad. “Una joven educada sin un padre tiene menos seguridad en sí misma, una baja autoestima, exige mucho menos de los hombres y, en cambio, cae ante el primer espejismo o promesa de amor esporádico. Cuando una joven no puede confiar y amar al primer hombre de su vida —su padre—, el resto de sus relaciones resultarán dañadas”.

Unas sugerencias prácticas: involucrarse a fondo en los afectos del muchacho/a, estar con él/ella, y provocar conversaciones que hablen de sus intereses emocionales. Ser cariñoso y sensible con los hijos, hacerse querer y convertirse en modelo para él/ella. Pero al mismo tiempo, no dejar de ser exigente y firme. (continuará…)