
Rosela Abaroa Garrido, Psicóloga.
El regreso a clases no siempre es sinónimo de entusiasmo; para muchos niños, adolescentes y adultos jóvenes, significa volver a un entorno que puede llegar a ser hostil o generar mucho malestar, desde el bullying silencioso, hasta una presión interna que los aplasta emocionalmente por querer llenar expectativas. Y, aunque como adultos deseamos lo mejor para ellos, a veces no sabemos cómo mirar más allá de las calificaciones o la conducta.
Este artículo es una invitación a ver lo invisible y acompañar con presencia y cuidado.
Algunos de los principales problemas que se presentan en la consulta clínica están relacionados con la sobreexigencia, el aislamiento y el bullying, que, con el tiempo, si no se atienden de manera adecuada, pueden transformarse en problemas de ansiedad o depresión. Se trata de una problemática cada vez más presente en los jóvenes. Muchas veces esto no se expresa con palabras, sino que se refleja en cambios en el sueño —cómo dormir más de lo habitual o mucho menos—, irritabilidad, aislamiento, dolores físicos, bajo rendimiento académico o desinterés.
En ocasiones este silencio está relacionado con el miedo a preocupar o decepcionar a los padres, la vergüenza por sentirse débil o “diferente”, pensar que nadie los va a entender. He aquí la importancia que el hogar sea un espacio seguro para la expresión emocional, donde se escuche, se valide y se le brinden herramientas para afrontar la adversidad de cada una de estas etapas.
El papel de los adultos debe de ir con ojos más allá de la atención que se le da a la parte académica, debemos prestar atención a sus relaciones sociales, a conocer y dar espacio a su mundo interno y a sus emociones. Se les debe permitir crecer sabiendo que tienen un espacio seguro donde regresar. Quizá como adultos no tenemos que tener las respuestas a todo, pero sí la disposición y presencia para escuchar y acompañar.
Algunas estrategias que puedes poner en práctica son:
Escucha sin interrumpir ni corregir: Permite que tu hijo se exprese sin que se sienta juzgado. Muestra interés genuino por su vivencia. Practicando la escucha activa.
Valida su experiencia. Validar es dar espacio y reconocer lo que siente tal cual es. No significa estar de acuerdo, sino permitirle sentir sin querer cambiarlo. En lugar de decir “no es para tanto”, intenta con: “Entiendo que esto te haya hecho sentir mal”.
Evitar minimizar o resolver rápido. Siempre escucha primero. Luego, si es necesario, pueden buscar alternativas juntos.
Haz preguntas abiertas. Favorece el diálogo con preguntas que inviten a la reflexión y no a respuestas cerradas.
Brinda herramientas, sin presión. Muéstrale formas sencillas de resolver problemas, regularse emocionalmente y si es necesario buscar ayuda.
La mejor prevención contra el sufrimiento emocional escolar no es solo la vigilancia o la disciplina, es el vínculo seguro que los niños sienten con sus figuras adultas: Saber que pueden contar contigo, sin miedo ni juicio; que, al volver a clases, también sepan que pueden volver a ti.
FB e IG: @observatumente
Cel. 229 133 39 34
Related posts
DE ACTUALIDAD
