Escrito por Tere Díaz
¿Será porque en las redes sociales promueven la amistad como valor supremo? ¿Será porque hoy menos personas tienen tiempo para el cultivo de amistades reales? Por la razón que sea, se ha puesto de moda que tu pareja sea “tu mejor amigo”. ¿Es buena idea –factible y sostenible- que la misma persona sea lo uno y lo otro?
Definimos la amistad como una relación ajena al parentesco, igualitaria y libre, y que cumple distintas funciones (desde poder expresarse íntimamente, compartir sentimientos, generar espacios de divertimiento o irte a echar una “chela” , hasta ayudarse en la vida o apoyarte en una mudanza). De las amistades se espera cierta incondicionalidad y podríamos decir que la pareja también podría entrar en este rango. Pero hagamos distinciones: el amor y la amistad, si bien tienen un punto de convergencia, satisfacen necesidades humanas diferentes y desempeña roles relacionales distintos.
Quizás el aspecto central que diferencia a una relación de la otra es la atracción física y el carácter sexual inherente al amor. La atracción y el sexo – si bien sabemos que existen “amigos con derecho”, “aminovios”, y algunas modalidades similares que se clasificarían dentro de otras categorías en cuanto a intercambios erótico afectivos, deslindan la amistad del amor y permiten que se evolucione de la primera al segundo, o bien que nos instalemos en el territorio del amor desde el primer intercambio de miradas. Que no me digan y que no me cuenten: no acostumbramos sostener relaciones sexuales continuadas y habituales con quienes consideramos “netamente” amigos. Y si llega a ocurrir, alguien suele enamorarse, alguien sale lastimado o alguien espera algo más…
De la pareja se espera algo distinto de los amigos. Es más, se espera bastante (a veces más de lo posible porque hoy se le pide a la pareja lo que antes nos daba toda una tribu). Ante eso, ¿habremos de sobrecargar aún más la relación amorosa esperando que nuestra pareja sea también protagonista en todos los terrenos de nuestra vida?
¡No, por favor! Porque justo la atracción, el erotismo y el sexo, requieren de cierta distancia, de algo de extrañamiento, de un sutil ocultamiento para mantenerse vivo. Demasiada cercanía, demasiada información, demasiada fusión… marchita la pasión. Además, hacer del amor la única rebanada de nuestro “pastel de vida”, encerrándonos en un círculo con el ser querido aislándonos de los demás, deriva en una amalgama indiferenciada y no en un buen amor.
Y sí, el amor es bueno, es bello, es deseable, pero no lo puede ser todo. Necesitamos de más vínculos, y todos ellos (familia, amigos, colegas, maestros) son importantes para nuestro desarrollo y para nuestro equilibrio personal. Intimar, fraternizar, congeniar, es algo que se hace con muchas personas, y por supuesto que la pareja puede pertenecer a un grupo de camaradas, pero no tiene por qué ser el mejor de ellos, y menos aún, el único.
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