Por: Ximena Madrazo Millán, Psicóloga clínica/egresada de la universidad mexicana
Cédula profesional:11231159
El trastorno del procesamiento sensorial (TPS), también conocido como disfunción de integración sensorial, es una condición en la cual el cerebro tiene dificultades para recibir, interpretar y responder de manera adecuada a la información sensorial proveniente del entorno o del propio cuerpo. Esto incluye estímulos visuales, auditivos, táctiles, olfativos, gustativos, vestibulares (equilibrio) y propioceptivos (sensación del cuerpo en el espacio).
Características del TPS
Las personas con TPS pueden experimentar una sensibilidad extrema (hipersensibilidad) o una respuesta disminuida (hiposensibilidad) a ciertos estímulos sensoriales. Por ejemplo, un niño con hipersensibilidad puede sentirse abrumado por luces brillantes o ruidos fuertes, mientras que alguien con hiposensibilidad puede buscar estímulos adicionales, como tocar objetos con frecuencia o balancearse constantemente.
Impacto en la vida diaria
Este trastorno puede interferir significativamente en las actividades cotidianas, el aprendizaje y la interacción social. Los niños con TPS, por ejemplo, pueden mostrar dificultades para vestirse debido a la incomodidad con ciertas texturas de ropa, o evitar actividades físicas, porque les resulta difícil coordinar sus movimientos. En adultos, el TPS puede afectar el desempeño laboral y las relaciones personales al generar reacciones exageradas o evitativas, ante estímulos que otras personas consideran normales.
Causas y diagnóstico
Aunque la causa exacta del TPS no se comprende completamente, se cree que puede estar relacionado con factores genéticos y ambientales, como complicaciones en el embarazo o el parto. El diagnóstico lo realiza generalmente un terapeuta ocupacional especializado en integración sensorial, basándose en observaciones clínicas y cuestionarios específicos.
Tratamiento y manejo
El tratamiento para el TPS suele incluir terapia de integración sensorial, un enfoque que utiliza actividades diseñadas para ayudar al cerebro a procesar y organizar mejor los estímulos sensoriales. Estas terapias son individualizadas y pueden involucrar ejercicios que fomenten el equilibrio, la coordinación y la tolerancia sensorial. Además, los padres y cuidadores reciben orientación para adaptar el entorno del niño y reducir los factores desencadenantes.
En conclusión, el trastorno del procesamiento sensorial es una condición que puede afectar múltiples aspectos de la vida de una persona, pero con el diagnóstico adecuado y un tratamiento temprano, es posible mejorar significativamente la calidad de vida y promover una mejor adaptación al entorno.
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