Alma Dura no es solo el nombre de una marca, es un tributo a los valores que mis abuelos me transmitieron. Mi abuelo, en particular, fue una figura clave en mi vida. Él era un hombre de principios, que nos enseñó a valorar la vida, a respetar a todos por igual, y a nunca rendirnos frente a la adversidad. Como el mezcal, que es una bebida ancestral, mi abuelo dejó una huella profunda en mi vida, moldeando mi carácter de manera artesanal, con amor, trabajo y perseverancia. Recuerdo que mi abuelo siempre decía que “la familia es un tesoro invaluable” y que “la amistad es un regalo precioso”. Con esos principios en mente, comencé a pensar en un proyecto que pudiera rendir homenaje a su legado y a los valores que él nos inculcó. Fue en una de esas reuniones familiares, rodeada de mis hermanos y primos, cuando surgió la idea: ¿por qué no rendirle un tributo a mi abuelo a través de algo que amaba, como el mezcal?

La búsqueda del mezcal perfecto

Decidí que quería crear un mezcal para conocedores, un producto único que capturara la esencia de lo que mi abuelo representaba: dedicación, sacrificio y la belleza de lo auténtico. Mi hermano, quien vive en Oaxaca y es ingeniero agrónomo, se convirtió en mi guía y apoyo en este proceso. Me preguntó qué tipo de mezcal quería, y sin dudarlo, le respondí: “Quiero un Jabalí”. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesta a hacer todo lo necesario para encontrarlo. El camino no fue sencillo. Viajar a Oaxaca implicaba horas de recorrido, atravesando sinuosos caminos en la sierra, hasta llegar a los palenques donde se elabora el mezcal. Recuerdo mi primera visita a un palenque apartado, en una zona remota de la sierra oaxaqueña. Al llegar, me recibieron con un gesto de duda, como si me preguntaran si realmente sabía lo que buscaba. Pero, al probar los mezcales y dar mi opinión, empecé a ganar su respeto. Cuando me despedí, el maestro mezcalero, Don Guadalupe, me dijo: “Si regresas, avísame, porque voy a destilar un mezcal de maguey capón, y si te gusta, lo hacemos juntos.” Ese momento fue un hito en mi viaje, porque entendí que no se trata solo de hacer un producto, sino de comprender profundamente lo que representa y lo que está detrás de cada botella. Me di cuenta de que cada destilado tiene una historia que contar, y mi misión era ser la voz de esos productores, de esas manos que trabajan la tierra con amor y dedicación.

El trabajo artesanal y el diseño de alma dura 

A medida que avanzaba en este proyecto, conocí más sobre la vida y el trabajo de los mezcaleros, muchos de ellos, mujeres fuertes y talentosas que, a pesar de las adversidades, mantienen vivas las tradiciones de sus comunidades. Esas mujeres, como las manos que cuidan cada planta de maguey y cada gota de mezcal, se convirtieron en una inspiración para mí. Con ellos, y con el talento de jóvenes creativos que se unieron a mi proyecto, creamos Alma Dura.

El diseño de la marca no fue algo casual; fue un proceso profundo de entendimiento mutuo. Trabajé de la mano de un par de jóvenes duranguenses que, al escuchar mi visión, lograron capturar la esencia de lo que quería comunicar: una marca que reflejara la perseverancia, la elegancia y el trabajo artesanal mexicano.

Transcender a través de la perseverancia

Alma Dura no es solo una marca de mezcal. Es un reflejo de la resiliencia, de la constancia y de los valores que me fueron transmitidos por mi familia. Es un recordatorio de que todo lo que vale la pena en la vida requiere esfuerzo y dedicación, pero sobre todo, corazón. Hoy, cada botella de Alma Dura lleva consigo no solo el sabor y la calidad de un mezcal excepcional, sino también una historia de vida que quiero compartir con el mundo.

Este proyecto no ha sido fácil, pero lo que me mantiene en pie es la convicción de que, a través de lo que hago, puedo trascender, al igual que mis abuelos lo hicieron en mi vida. Quiero que Alma Dura sea una inspiración para aquellos que se atreven a seguir sus sueños, a pesar de los desafíos. Como dice el dicho: “La perseverancia vence lo que la suerte no alcanza”.

Hoy, me siento más fuerte que nunca, con la certeza de que sí se puede, si se trabaja con pasión, dedicación y fe.

Conclusión

A través de Alma Dura, no solo estoy creando un producto, sino también un legado. Un legado de trabajo, de amor por lo que hacemos, de respeto por las tradiciones y de la firme creencia de que, con perseverancia y autenticidad, podemos dejar una huella duradera. Mi sueño no es solo crear un mezcal de calidad, sino también inspirar a otros a creer en sus propios sueños, a nunca rendirse y a entender que el verdadero éxito se construye con esfuerzo y corazón.

Hoy, con Alma Dura, me siento más viva que nunca, porque sé que este es solo el comienzo de un viaje lleno de aprendizaje, de crecimiento y de la oportunidad de dejar un impacto positivo en el mundo. Que mi historia sea una invitación a todos aquellos que, como yo, creen que la vida es un acto de valentía, perseverancia y amor.

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