Por: P. Juan Antonio Torres, L.C.
Cuando volvemos nuestra mente a la Navidad, no deja de llamarnos la atención el hecho de que san José haya elegido una pobre cueva para que naciera el Hijo de Dios. El evangelio “justifica” esta decisión mencionando que “no había sitio para ellos en el mesón” (Lc 2, 7).
San José y la Virgen se encontraron ante la encrucijada de decidir entre el mesón y una cueva. Ellos vieron que el mesón estaba tan lleno de miradas extrañas, de bullicio y de ruidos que no les pareció el mejor lugar para el nacimiento de su hijo. En efecto, los mesones en aquel tiempo eran los lugares de paso más inseguros; había ahí todo tipo de personajes, algunos no muy recomendables.
Ciertamente, en circunstancias normales seguramente ningún papá habría preferido el pesebre de una cueva a la seguridad de un techo. Sin embargo, desde entonces, la cueva de Belén se ha convertido en el símbolo universal de la calidez del hogar y de la felicidad de una familia.
Hoy parece que también nos encontramos ante la misma encrucijada: elegir entre el bullicio de una Navidad “comercializada” y la sencillez de un hogar donde se respira la fe y el amor que nos inspira Belén.
Aunque el mundo moderno pueda parecer seguro, esto ya no es una realidad en relación con los niños. El adecuado desarrollo de los hijos bajo la tutela de los papás se encuentra más amenazado que nunca.
El problema de hoy es que el mundo ha entrado por las ventanas, las puertas y las grietas de la casa, es decir, por la televisión y las redes sociales.
El alma de nuestros hijos se encuentra continuamente bombardeada por valores, ideales, modelos y criterios que no necesariamente coinciden con los valores, ideales, modelos y criterios que, como papás, deseamos para nuestros hijos.
Es por ello que los papás necesitan crear el clima del hogar más adecuado para el desarrollo emocional y psicológico de sus hijos. Ese clima lo crean las relaciones, y más específicamente, la relación en pareja. El modo como ser relacionan mamá y papá tiene sus repercusiones.
Hoy nuestros hijos necesitan cuatro elementos para su sano crecimiento: armonía, felicidad, inspiración y seguridad, que solo con una adecuada relación en pareja se puede lograr.
1. Armonía: los hijos necesitan ver a sus papás siendo esposos, no solo papá o mamá; quieren ver que se complementan el uno al otro, dialogando y orando juntos. Necesitan ver una relación estable en medio de los naturales “desequilibrios”.
2. Felicidad: necesitan verlos teniendo detalles, riendo juntos, haciendo bromas, siendo amorosos, que cada uno/a busca hacer feliz al otro/a, elogiándose mutuamente.
3. Inspiración: necesitan ver un héroe: “un héroe es un individuo ordinario que encuentra la fuerza para perseverar y soportar a pesar de los avasalladores obstáculos” (Christopher Reeve). En el matrimonio el heroísmo es de todos los días cuando papá y mamá se sostienen mutuamente.
4. Seguridad: Necesitan ver que, a pesar de las dificultades, los papás encuentran acuerdos para resolver las incertidumbres. Necesitan ver que ambos jalan parejo en una misma dirección.
El amor de familia es la fuerza más poderosa y la base de la felicidad. ¡Feliz Navidad!