Usar mascarilla se ha convertido en una segunda naturaleza para muchas personas durante la pandemia. Pero a medida que los países levantan las normas de uso obligatorio, es posible que descubran que no usarlas en público y volver a la “normalidad” les hace sentir fuera de lugar o incluso un incómodas. Para los que luchan contra la ansiedad social, tener un descanso de las obligaciones sociales y no tener que mostrar la cara en público ha sido reconfortante. Más allá del propósito anticovid, usar mascarillas casi sirve como un escudo que alivia algunas de las presiones sociales, a veces relacionadas con la apariencia.
Llegados a la nueva normalidad y sin restricciones, muchos adolescentes (que han crecido con la mascarilla) e incluso adultos (que se han adaptado a ella) tienen emociones encontradas.
La explicación. Hay una razón psicológica por la que te sientes así, según David A. Moscovitch, profesor de psicología en la Universidad de Waterloo. Su investigación sugiere que los protocolos de mascarillas durante la pandemia en realidad aumentan las luchas con la ansiedad social. Esta ansiedad se caracteriza por un miedo intenso y persistente de ser observado y juzgado por otros, según el Instituto Nacional de Salud Mental. Las personas con ansiedad social tienden a estar realmente preocupadas por comportarse de manera que se ajuste a las normas sociales.
Al salir de la pandemia, “podemos notar que nuestro nivel de ansiedad por interactuar con las personas es un poco más alto de lo normal”, explicaba Moscovitch en este artículo de CNBC. Por ejemplo, puedes sentir que tus habilidades sociales están oxidadas o puedes sentirte cohibido por revelarte de nuevo a corta distancia sin mascarillas.
Ansiedad social. Esta ansiedad social se ve agravada por el hecho de que hemos estado viviendo en un “período antinatural de evasión forzada”. En otras palabras, estar atrapado en casa y aislado de los demás imita la evitación, que es un mecanismo de afrontamiento común para la ansiedad. La evasión y la ansiedad tienden a ir de la mano: “Si evitamos las cosas que nos ponen ansiosos, puede sentirse como un alivio a corto plazo, pero solo generará más ansiedad a largo plazo”, decía Moscovitch.
Miedo en los jóvenes. La adolescencia se ha definido durante mucho tiempo por las inseguridades sobre la imagen corporal, las presiones sociales para conformarse, un creciente sentido de identidad y una susceptibilidad a la ansiedad social. A medida que terminan los mandatos de uso de mascarilla en los colegios, muchos adolescentes están perdidos. Para algunos, a medida que se las quitan, aparece la ansiedad. Ya sea por preocupaciones de virus, presión social, timidez o acné, algunos niños son reacios a deshacerse de ella.
Les preocupa enfermarse o contagiar a su familia. Y les preocupa si usar o no mascarillas podría alinearlos con ciertas creencias políticas. Es una transición difícil. Además, durante dos años, la pandemia ha suscitado preocupaciones sobre la salud mental de los adolescentes. Las tasas de pensamientos suicidas en adolescentes aumentaron hasta un 25% desde el verano pasado, y algunas estimaciones dicen que los niveles de depresión y ansiedad se han duplicado en los jóvenes.
La “audiencia imaginaria”. Quitarse la mascarilla también representa una transición social durante un período de desarrollo en el que los jóvenes se vuelven hipersensibles a lo que los demás piensan de ellos. “A partir de la preadolescencia y los primeros años de la adolescencia los niños a menudo desarrollan lo que los psicólogos llaman una “audiencia imaginaria” que los hace sentir que hay un foco de atención sobre ellos y sus defectos. Y a medida que comienzan a pasar menos tiempo con sus padres y más tiempo con sus compañeros, el estatus social y los estándares culturales de belleza se vuelven importantes”, explicaba la Dra. Choukas-Bradley en este reportaje de The New York Times.
La audiencia imaginaria da forma a cómo piensan los adolescentes incluso sobre tareas ordinarias como vestirse, hablar en clase o ir a comprar zapatos. Mientras que un adulto puede estar pensando en el coste o la comodidad, un adolescente puede pensar en lo que pensarán personas específicas en la escuela cuando entren al aula vestido así.
Mask fishing. El catfishing es la jerga para tergiversar la identidad de uno en Internet. Para una generación que creció con los smartphones, es una referencia adecuada. “Algunas de estas personas realmente no han visto mi rostro fuera de las redes sociales y cosas así”, contaba una joven de 17 años en aquel reportaje. “Lo que publico en las redes sociales es un poco diferente de cómo me veo en el día a día”. Con las mascarillas pasa lo mismo, han crecido con una de ellas puesta.
Las implicaciones de la elección de seguir usándolas también se magnifican en las redes sociales. El mask fishing, la idea de que alguien podría estar ocultando defectos faciales debajo de una, surgió por primera vez en las aplicaciones de citas, pero se convirtió en tendencia en TikTok hace unos meses. Varios videos recientes han acumulado decenas de millones de visitas, con jóvenes que señalan a los niños en sus escuelas que pueden o no estar ocultándose. ¿Cómo no va a ser esto motivo de ansiedad social?
Vía_magnet.xataka.com