Por: Julieta Enríquez, Writer, Speaker TED Talk & Coach

En la primer conversación con mi madre.

Hablar del amor y tratar de definir lo que han intentado miles de artistas y poetas, puede ser una eterna conversación entre todos los puntos de vista y no dejaría de ser subjetiva, yo le he preguntado a muchos de mis maestros y entrevistados su definición sobre el amor y en palabras más, palabras menos, todos coincidieron en experimentarlo como la fuerza más grande, el motor, el motivo, la entrega; es más, ¿cuántas cosas, y alguna que otra locura, hemos hecho por amor?

La biblia nos invita a “amar al prójimo como a ti mismo”. El problema es que nos toma tiempo aprender a amarnos, a respetarnos y tratarnos bien; sin embargo, en eso estamos, aprendiendo a descubrirnos, a valorar lo que somos y la capacidad de amar para entregarnos y así, compartir y evolucionar como humanidad. De hecho, la etimología de “amor” hace referencia a la raíz indoeuropea “amma”, como la forma en que un niño llama a su madre, más el sufijo “or”, usado para nombrar efectos como en calor, dolor, fervor, etc., así, el resultado es la palabra “amor”.

El amor es eternidad.” El amor no juzga, no condiciona, no hiere, el amor nutre y transforma y la forma más pura de aprenderlo es, a través de la maestría de vida que hacemos con los hijos, al entregar lo mejor de nosotros para apoyarlos e impulsarlos a ser, hacer y crecer.

Es curioso que poco reflexionamos sobre la primer conversación que tuvimos en la vida… ¿Sabes cuál fue? Ese mágico encuentro, cuando sincronizamos nuestros latidos con los del corazón de nuestra madre en ese espacio vital de concepción, nuestra vida intrauterina.

¿Qué habrá sido lo primero que nos dijo nuestra madre al saberse embarazada?

Nuestra primer conversación fue con la mujer que nos dio la vida y aunque nuestros papás también disfrutaban hablarnos desde afuera, con nuestra madre tuvimos una conversación de 24 horas, todos los meses que estuvimos en gestación y créeme, “no había sonido más hermoso y amoroso, entre el eco del líquido amniótico, que los latidos de su corazón sincronizándose con el de nosotros”

Por eso escuchar nuestros latidos es una sensación de calma reconfortante, con nuestra madre estuvimos Intercambiando fluidos, sangre, nutrientes, genes, hormonas, emociones, empezamos a experimentar el mundo a través de sus ojos y sus percepciones, claro que también nos compartió sus miedos y creencias pero empecemos por apreciar que todos y cada uno de nosotros somos un acto de amor, esos meses en el vientre conversamos tantas veces, hasta que llegó nuestro momento de salir al mundo, ahí agregamos las miradas mas profundas y transparentes, mi mamá decía que solo con ver el brillo o la dulzura de mis ojos sentía que le respondía cada palabra de amor y aunque mi papá siempre estuvo ahí, con ella fue mi primer conversación; con los años, sin duda, estas conversaciones han variado pero aun en las distancias son nuestros corazones los que siempre se sienten y al sentirnos, también estamos comunicando, por eso es tan fuerte la intuición de una madre.

Yo creo que el amor es vida, fuerza, creación, expansión, servicio, generosidad, movimiento, transformación, pasión y todos somos una agitada partícula de amor, entramándonos en este infinito universo. Si el amor nos une, nos sana, nos salva y efectivamente, no hay amor más grande en este mundo, que el amor de una madre, la mujer que nos dio la vida y con ese milagro, todas las posibilidades de las cuales nosotros nos iremos haciendo responsables. En esta fecha especial, mi mayor deseo es que siempre sean escuchadas las oraciones de una madre y siempre sean cuidados y bendecidos cada uno de los hijos, especialmente en estos momentos de guerra y desaparecidos.

¡Qué fortuna es tenerte mamá!
¡Qué milagro tan grande la bendición de un hijo!

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