¿Accidente, suicidio, o asesinato? Durante años corrieron diversas teorías que explicaban la muerte de Marilyn Monroe en 1962.

El informe forense de su autopsia indicaba que la actriz de 36 años falleció debido a un “probable suicidio” por ingestión de barbitúricos. Sin embargo, las revelaciones del ex-auxiliar forense Lionel Grandison sobre su misterioso final propiciaron que en 1982 el fiscal de distrito del condado de Los Ángeles reabriera una investigación oficial sobre las causas del aparente suicidio de la estrella.

Grandison aseguró entonces que su superior jerárquico le obligó a firmar el certificado de defunción de la actriz el 5 de agosto de 1962, día de su muerte. También afirmó haber visto el comentado diario personal de Monroe (que, según su versión, desapareció de las oficinas del forense local un par de días después de ser depositado allí), y dijo que el conocido como diario rojo contenía referencias al presidente John F. Kennedy y a su hermano Robert (de los que, por lo visto, la actriz fue amante).

Varios amigos de la actriz nunca creyeron en su suicidio y señalaron que Monroe confió a su diario secretos de Estado, a los que había tenido acceso durante una aventura con Robert Kennedy, entonces ministro de Justicia. Parece ser que uno de los secretos era un plan de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA) para acabar con la vida del dirigente cubano Fidel Castro, y que esto pudo haber propiciado el asesinato de la actriz.

Pero la investigación descartó las teorías conspirativas y el juego sucio, y el caso se cerró entonces. El documental El misterio de Marilyn Monroe: Las cintas inéditas explora ahora la historia a través de centenares de entrevistas con el círculo más cercano de la estrella, realizadas a lo largo de varios años por Anthony Summers, que empleó parte del contenido de esas charlas para elaborar su biografía Goddess. 

“La verdad y Marilyn es como meterse en la cueva del lobo”, cuenta el escritor y periodista irlandés, quien empezó a interesarse por el caso después de que el editor de un periódico británico le encargara cubrir la historia de Monroe en 1982.

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